Archivo | octubre 2013

«La Sabatina»

Santuario Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, conocida como la Sabatina, se encuentra en la calle Montes de Oca # 150 en la Colonia San Miguel Chapultepec, de México, D.F.

La parroquia es de estilo ecléctico, rematando con balaustrada, la cúpula adornada con ocho vitrales, con escenas bíblicas, sobre de ella un cupulín, terminando con una cruz, símbolo de Jesucristo. La fachada con una torre campanario, en el centro de observa una escultura de la imagen de Nuestra Señora del Carmen, en cantera, con tres columnas de cada lado.

El interior de planta basilical, en el altar principal, Cristo en la cruz, a los lados capillas laterales, a la izquierda, la imagen de Nuestra Señora del Carmen y a la derecha San José.

santa teresita

En una pequeña capilla semicircular, a la entrada del recinto, se observa, una urna de vidrio con la imagen de Santa Teresita del Niño Jesús, en los laterales de esta capilla, el cuadro de Nuestra Señora de Guadalupe; del lado contrario se pueden adquirir sacramentales.

Afuera de la capillita de Santa Teresita, la escultura del Santo Niño de Praga.

En los laterales de la nave, vitrales modernistas, otros con pasajes bíblicos: como la escena de la zarza ardiendo con Moisés; y esculturas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa, sobre peanas.

Un poco de historia.- En octubre de 1910 se colocó la primera piedra de la llamada Ermita Sabatina en terrenos de Tacubaya. El 16 de julio de 1912 se bendijo, en 1914, el Delegado Apostólico se opuso a que los Frailes Carmelitas atendieran la ermita Sabatina, por lo que las religiosas de San Francisco y después las Terciarias Carmelitas de México, hoy Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, estuvo bajo su cargo hasta 1924 en que tuvieron que dejarla debido a la persecución religiosa. En 1936 se solicitó autorización para reanudar el culto público en la Ermita Sabatina, pero la respuesta fue negativa. Poco después, el encargado de negocios de la embajada de Cuba en México solicitó la reapertura del culto, argumentando que sería para miembros de su Embajada, la respuesta fue favorable y en diciembre de 1938 los Carmelitas Descalzos regresaron a la ermita. Poco antes Roma había autorizado la adquisición de un terreno adyacente a la ermita. El 29 de abril de 1939 el arzobispo de México entregó formalmente a los frailes la Ermita Sabatina y en 1940 se establecieron las primeras asociaciones: Orden Tercera del Carmen, cofradía del Carmen, Pía Unión de Santa Teresa y Archicofradía del Niño Jesús de Praga. En febrero de 1941 el gobierno de México autorizó la construcción de la nueva iglesia y en diciembre de 1942 el delegado provincial colocó la primera piedra del nuevo templo. Los cultos comenzaron en enero de 1950. Posteriormente, en 1956 el Arzobispo de México elevó la ermita a la categoría de Santuario Parroquial y en 1964 el propio Arzobispo consagró el altar mayor de la Sabatina.

El 15 de agosto de 1972 la Sabatina se erigió como parroquia y desde entonces las actividades han continuado en diversos campos: administración de los sacramentos, catequesis, atención a grupos de jóvenes, talleres de oración, dispensario médico, un auditorio en lo que imparten: terapia psico-corporal, tanatología, cine club, conferencias, festivales, conciertos en el que el coro de discapacitados auditivos participan.

La Comunidad Misionera de Sordos, es una comunidad formada por Sordos, Oyentes y Sacerdotes, que emplean la Lengua de Señas Mexicana, conformada para brindar ayuda espiritual a los discapacitados auditivos.

El santuario invita a la meditación y estar en comunión con Jesús, venerar a Nuestra Señora del Carmen y a Señor San José.

Fuente: Carmelitas Descalzos. Flicker

Palacio del Arzobispado

Palacio del Arzobispado

El antiguo Palacio del Arzobispado, hoy Museo de la SHCP, está ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

El primer obispo de la Nueva España, Fray Juan de Zumárraga, escogió este sitio para fijar en él su residencia. Zumárraga fue nombrado arzobispo en 1547. A pesar de haber donado en vida la casa y sus posteriores ampliaciones al Hospital del Amor de Dios, por decisión de la jerarquía eclesiástica, este sitio habría de fungir como sede del Arzobispado de México.

Durante la colonia, la modesta construcción original fue transformándose, siguiendo los más diversos estilos de la arquitectura novohispana. Alcanzó sus dimensiones y majestuosidad de Palacio en el Siglo XVIII. Su estructura está compuesta de corredores que rodean el patio principal, pilares labrados en cantera, decorados con pilastras toscanas planas en sus dos caras, elegantes arcos rebajados que delimitan el espacio interior, y dos hermosos patios con sus fuentes. La fachada está coronada por arcos invertidos con pináculos, balcones en la planta alta y una portada custodiada por estípites. En la segunda mitad del siglo XVIII, el Arzobispado irradiaba un esplendor barroco que destilaba lujo: sus interiores cubiertos de tapices, terciopelos y damascos se aunaban a cerámicas orientales, oros y objetos de cristal que llegaban vía la nao de China.

En el Palacio del Arzobispado se encontraban las habitaciones privadas de los altos prelados de la Iglesia Católica, las oficinas, los tribunales, comedores, biblioteca, oratorio, jardines y una cárcel eclesiástica.

Un hecho muy importante para el pueblo mexicano, especialmente para todas las personas que sienten su religión y llevan muy marcadas en su mente las manifestaciones de la Virgen de Guadalupe y el ahora Santo Juan Diego, se realizo en este lugar. Este acontecimiento ha trascendido mundialmente y casi todos los mexicanos conocemos la historia que tuvo lugar el 12 de diciembre de 1531. La reveladora presentación de la imagen de la Virgen por parte de Juan Diego, que sería fundamental y trascendente en la vida del pueblo mexicano.

Fray Juan de Zumárraga solicitó a Juan Diego que llevara una prueba de que diera testimonio de la “Señora” que se le aparecía. Y por mandato de Ella, Juan Diego corta en el cerro unas rosas, juntándolas en su tilma para presentárselas al Arzobispo.

A mostrar el ayate cayeron las rosas quedando plasmada en la tilma la imagen de Santa María de Guadalupe, como testimonio del gran milagro.

guadalupe

«No hizo cosa igual con ninguna otra nación»

El antiguo Arzobispado en 1931 fue declarado monumento histórico. En 1985, el edificio sufrió daños estructurales, siendo cerrado para su total restauración y rescatado de las ruinas y convertido en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que hasta la fecha resguarda desde un extenso acervo de piezas virreinales de uso cotidiano hasta diversas pinturas del Siglo XX y contemporáneas.

La Colección Acervo Patrimonial se caracteriza por la heterogeneidad de sus piezas, procedentes de épocas y lugares distintos, de estilos, manufactura y tecnologías diversas, que fueron utilizadas para el trabajo cotidiano en oficinas hacendarias, o en su decoración; mobiliario, equipos de oficina, herrajes, objetos de ornato y artes aplicadas, pinturas, esculturas, filatelia fiscal y numismática, son objetos que el tiempo ha convertido en piezas de museo, testimonio del quehacer de la institución y de la estética funcional de su pasado. Una selección de este acervo integra la colección permanente del Museo de la SHCP.

Fuentes: Investigaciones especiales. Nueva guía del centro histórico de la ciudad de México

Lugares de memoria y tradición

Lugares de memoria y tradición

Una de las regiones de invaluable riqueza cultural en México lo constituye el semidesierto queretano, donde se asientan comunidades indígenas de habla otomí que se reconocen descendientes de las antiguas tribus chichimecas que habitaron gran parte del centro-norte del México antiguo.

En la época prehispánica esta fue una zona de frontera donde convivían grupos seminómadas de recolectores y cazadores, conocidos como: “chichimecas”, con pueblos agrícolas mesoamericanos con los que intercambiaban bienes y disputaban territorios.

En el Siglo XVI, la región se fue poblando con grupos otomíes bajo la corona de España, a pesar de la feroz resistencia que opusieron los chichimecas. Muchos de ellos fueron exterminados; algunos grupos aceptaron congregarse, se mezclaron con los otomíes y adoptaron su lengua. La cultura de esta región es fruto de la fusión entre chichimecas, la cultura otomí y la fuerte influencia del catolicismo, traído por los españoles.

Las comunidades otomí-chichimecas han mantenido un profundo espíritu religioso ligado a la naturaleza, particularmente con el agua y los cerros: La Peña de Bernal, que señala el principio y el fin de los tiempos; el Pinal del Zamorano, dador del agua y de la vida donde habitan los abuelitos nejos y el Cerro del Frontón, donde, según sus creencias, se apareció el Divino Salvador.

En sus rituales ancestrales, cada año los pobladores suben en peregrinación a estos cerros con sus cruces milagrosas para pedir el agua, la protección divina y para venerar a los mecos, sus antepasados chichimecas y a los xita, sus ancestros otomíes. Xitata, papa de los abuelitos, la antigua deidad solar otomí se fundió con la Santa Cruz en un solo culto.

Además de los lugares naturales de culto, en su sincretismo, los pueblos otomí-chichimecas del semidesierto queretano construyeron nuevos espacios sagrados de encuentro entre los vivos y los muertos: las capillas familiares. En esta zona se encuentran cerca de 260 de estas capillas en distinto estado de conservación, la mayoría edificada en el siglo XVIII.

Estos oratorios, generalmente miden unos 5 x 10 metros, son el signo distintivo de la presencia otomí en el centro de México desde el periodo colonial hasta nuestros días; en ellos “residen las ánimas de los ancestros mecos, chichimecas, allí se encuentran la protección y el poder, la continuidad del linaje familiar, piedra angular de la organización comunitaria”, comenta don Erasmo Sánchez Luna, cronista de Tolimán, municipio donde se encuentra varias de estas capillas.

El conjunto de las capillas familiares, fabricadas de piedra, cal y canto, con techo de bóveda de cañón corrido o con cúpula o techo de palma de dos aguas, comprenden dos espacios; un espacio exterior formado por un pequeño atrio donde se ubican uno o dos nichos pequeños conocidos como calvarios o justicias. La cruz del calvario representa al fundador de la descendencia y en el nicho se colocan las cruces de los antepasados o xita, “los abuelitos de antes”. El otro, es el espacio interior, es la capilla con un altar en cuyo nicho principal se coloca la imagen del santo protector de la familia al cual está dedicado el oratorio, acompañado de otros santos, vírgenes y cruces “de ánimas”

Algunos de los oratorios decorados con pinturas murales, que datan del Siglo XVIII y XIX, y algunas son de épocas más recientes. Estos motivos ornamentales, espejo de su cosmovisión, son tanto religiosos como históricos que remiten al pasado chichimeca: conquistadores, indios con arcos y flechas, así como venados. En lo religioso, hacen una singular interpretación de la Historia de Salvación, incluyendo pasajes bíblicos y vida de santos. Las pinturas, hechas con “colores de tierra”, constituyen una mezcla de un singular barroquismo no académico, sin proporciones, sencilla e ingenua.

En los pueblos de San Antonio de la Cal, San Miguel Tolimán y San Pablo Tolimán, en La Higuera y en la zona de El Carrizalillo, las capillas desempeñan un papel fundamental en la vida familiar y comunitaria, en las que se llevan a cabo los rituales más importantes para el grupo: ahí se vela a los difuntos de la familia, se rezan los novenarios, las novias dejan en ellas un ramo de flores de papel cuando se van a casar para anunciar que van a formar parte de la familia del novio, se vela a las ánimas de los antepasados el 2 de noviembre, se celebra la Navidad y el Año Nuevo, reuniéndose la familia, los parientes, vecinos y amigos.

Actualmente no todas las capillas familiares tienen la función original con las que fueron construidas; algunas son utilizadas como bodegas o habitaciones; otras se encuentran en un avanzado estado de destrucción. Sin embargo, conscientes de que constituyen un elemento innegable de su identidad cultural, las comunidades se han propuesto rescatarlas del abandono y volverlas a su uso primero, como fuerte testimonio de su particular espiritualidad.

El Observador de la Actualidad